viernes, 31 de julio de 2009

EL PODER DE LA PACIENCIA





EL PODER DE LA PACIENCIA

©Giuseppe Isgró C.


La paciencia, como virtud genial, implica previsión de metas y su distribución en el espacio y en el tiempo, con pleno dominio del “know how”, para hacer más efectivo tu logro.
La persona, en la vida, comienza por conocer cuales son los instrumentos que habrá de utilizar en su tarea.
Luego, aprende a utilizarlos y, por último, como hacer la obra que le está encomendada.
Más allá de la obra física realizada, llega a comprender que aún hay más.
Adquiere la conciencia de que su obra complementa la realización de un plan diseñado por el Gran Arquitecto del Universo, bajo cuyos designios, en concordancia con la evolución cósmica, adquiere la sabiduría que la paciente búsqueda y autorrealización le permiten.
La acción individual de cada persona constituye una activa cooperación con el plan rector universal.
En todo momento, es conveniente mantener la calma y la paciencia, organizando los esfuerzos en base a estrictas prioridades, continuando, pacientemente, la acción en pos de la meta con expectativa positiva.
Oportunamente, cuando las propias prioridades coinciden con las del engranaje cósmico, y se sincronice con el mismo, desaparece cualquier eventual bloqueo y todo marchará fluidamente.
La humanidad está embarcada en la nave espacial llamada tierra, de cuyo programa de objetivos colectivos se forma parte, con sus responsabilidades inherentes.
Si se restringe el plan de vida a la propia misión cósmica, se tendrá siempre lo necesario para seguir adelante con éxito.
La paciencia es, en toda persona, -y expresión de vida-, la manifestación tangible de la propia comprensión de las leyes que rigen el cosmos.
Cada uno de los propios talentos puede ser mejorado con esfuerzos pacientes y constantes.
William James hizo una valiosa sugerencia al respecto, cuando dijo: -“….Que ningún joven esté ansioso acerca del resultado final de su educación. Cualquiera que sea la línea de su especialidad, si se mantiene fielmente ocupado cada hora del día laborable, puede dejar, sin riesgo alguno, que el resultado aparezca por sí mismo. Puede contar, con perfecta certeza, que se despertará una bonita mañana para encontrarse a sí mismo como uno de los hombres más competentes de su generación, en cualquier campo que pueda haber escogido”-.
El que persevera, con paciencia, atacando los obstáculos uno a uno, resuelve positivamente todas las situaciones, alcanzando sus metas con efectividad.
Un antiguo aforismo expresa: -“Hasta su hora aguanta el que es paciente, más después se le dará contento. Hasta su hora contiene sus palabras,  y entonces, muchos labios proclaman su inteligencia”.-
La paciencia es una expresión de la voluntad y dominando en el ánimo controla, externamente, todas las cosas.
Adelante.


  






lunes, 27 de julio de 2009

EL HOMBRE, ESE GIGANTE DE LA ACCIÓN - ENSAYO DE JUVENTUD 5





EL HOMBRE, ESE GIGANTE DE LA ACCIÓN


©Giuseppe Isgró C.

-1970-



El hombre, es un ser cuya labor fundamental es labrar evolución, es decir, estados de conciencia más elevados. La naturaleza, desde el principio inmemorial constituye el libro eterno de la sabiduría. El hombre heredó del Creador, ese cúmulo de riquezas, ese inmenso taller Universal, donde experimenta, trabaja, actúa, evoluciona y se hace sabio.

Desde que el hombre inicia su actuación en la escala de valores, comienza desde un grado primario, como un ser sencillo, despojado de toda experiencia y con un mandato del Creador, de acrecentar la Creación y ser maestro de la misma. Él es un centro de energía potencial y un cúmulo de sabiduría, luz y amor en estado embrionario latente. Es decir, es poseedor de una fuerza creadora, la cual va a aprender a usar, para efectuar la transformación continua de las formas en la naturaleza y en ella, su evolución.

Ese valor inmenso de potencialidad y luz que en sí encierra, se encuentra desprovisto de experiencia y es opacado, neutralizado en el momento en que el espíritu toma materia en su primera encarnación.

Es decir, el hombre tiene en sí ese caudal enorme de sabiduría y luz que encierra el Universo, pero falto de experiencia, no la reconoce, o deja de apreciarla, por lo que él va a iniciar su carrera como hombre partiendo del grado mínimo de evolución, -siempre como hombre, en este punto está descartada la teoría de que el hombre ha evolucionado de especies inferiores-, para que por medio de las experiencias y estudio perpetuo él pueda reconocerse a sí mismo y su misión en la naturaleza, a través del cumplimiento de la ley de la Reencarnación y de la Ley Cósmica impresa en la conciencia.

El hombre, es un Universo en miniatura o microcosmos. En él está todo lo que existe en el entero Universo. En la formación de su cuerpo participan los otros tres reinos naturales. El alma alberga los instintos naturales de esos reinos, que representan grados naturales de inteligencia. El cuerpo y el alma del hombre, son complementados por un ente inteligente, espíritu, parte indivisa y activa de ese principio Creador. Ese ente, Espíritu, -dotado de los mismos atributos divinos del Creador- tiene por misión dirigir la acción creadora y evolutiva del Universo. El cuerpo del hombre es un vehículo que permite la manifestación de la vida-espíritu, quien se sirve de aquel para realizar su actuación. Pues, el cuerpo sin el espíritu no presenta signos de vida y el espíritu sin el cuerpo no puede ejercer su labor en las formas físicas de la materia.

Como el hombre es depositario de todo lo existente en el Universo, en porción ínfima, de ahí que él tiene como labor inmediata conocerse a sí mismo, en las partes constitutivas, y de ese conocimiento particular elevarse a lo general, el Universo o Macrocosmos, parte integral que eternamente estudiará.

Con acertada sabiduría expresó Quilón, el Lacedemonio: -“Hombre, conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es conocer a Dios sino conocerse a sí mismo”.

Mientras eternamente el hombre estudia y avanza en sabiduría, se percata de que son tales las magnitudes del conocimiento, por explorar dentro de sí, microcosmos, y del Universo, Macrocosmos, que sabe a ciencia cierta que siempre encontrará un más allá.

El hombre, es como un diamante; cuando inicia su misión, toda su riqueza en valores se encuentra cubierta por corteza; mientras evoluciona, pulimenta la capa que su luz opaca, y se manifiesta el potencial de fuerza y sabiduría que en sí encierra. Pero siempre habrá nuevos horizontes de la luz que alcanzar, porque “siempre hay un más allá”.

El hombre, en su ambiente natural, utiliza como herramientas los elementos naturales con que le ha dotado la naturaleza y desarrolla su labor.

El inmenso Universo es el Taller Universal del hombre. Como en toda empresa, existen normas o sistemas, un orden establecido y condiciones, que se llaman leyes, las cuales ha de conocer y cumplir inexorablemente.

El mismo, en su ser físico, biológica y físicamente tiene ciertas características que reflejan las huellas de esas leyes. Aun cuando el hombre tiene libre albedrío, llega un momento, en su escala evolutiva, en que comprende que, para efectuar una marcha armónica, en ritmo ascendente de evolución, tiene que cumplirlas y las cumple.

El hombre es un ser gregario, es decir, su labor la realiza en conjunto con otros seres y ha llegado a formar lo que llama sociedad. Toda la labor del hombre en sociedad es realizada ayudando y recibiendo ayuda de otros. Todos son el complemento de todos: la sociedad. Cada ser, o individuo, es un grado de fuerza, de progreso, de sabiduría. En el Universo existe una cadena infinita de fuerzas, por grados, partiendo del cero al infinito.

En esta cadena, integrada por entes individuales de fuerzas y grados, cada grado es un factor, cada factor es un hombre. Cada hombre es una parte de la misma, cuya esencia constituye la Fraternidad Universal. Cada uno cumple su cometido. Para que haya armonía de fuerzas, bienestar colectivo, las debe integrar un solo querer unánime; un solo deseo: Un ideal común.

Cuando el hombre no ha alcanzado un estado determinado de evolución, -estado de conciencia- se encuentra deslindado de la solidaridad del conjunto. Para que exista un perfecto equilibrio social, es preciso que las fuerzas individuales estén acopladas adecuadamente.

El hombre, en la tierra, desde las edades prehistóricas, ha venido realizando mejoras en sus relaciones sociales y medios de comunicación con sus semejantes.

A medida que evoluciona, ha ido acoplando sus fuerzas para realizar una mejor estructuración de la comunidad. Grandes obstáculos han sido interpuestos en su avance, de los cuales, unas veces ha vencido, otras ha caído, Pero, parafraseando a Confucio, de lo que hay que vanagloriarse es de levantarse cada vez que se cae. El hombre ha caído, se ha levantado, lucha constantemente, eternamente avanzará.

La unión de fuerzas permite satisfacer mejor las necesidades humanas y les conduce a una realización más efectiva de sus ideales.

Los mismos seres de rango diferente al ser humano, se unen en manada o grupo para subsistir.

Mediante las cualidades que forman la personalidad, el ser humano combina, mejorando, sus relaciones con los demás, en un esfuerzo supremo hacia una mejor armonía.

Constantemente, son adoptadas normas para mejorar esas relaciones, las cuales son regidas, también, por una ley natural que se denomina Afinidad. Ella agrupa a individuos con condiciones y cualidades análogas. Es la ordenadora del Universo.

El hombre, agrupado con sus semejantes, actúa comunitariamente dentro de la naturaleza Universal. Satisface, en esa unión, los imperativos psico-físicos que les caracterizan.

En el inmenso Universo que ha heredado como fuente común de trabajo, el ser humano cumple su misión. Es decir, al mismo tiempo que perfecciona las formas de la naturaleza en una transformación activa se transmuta a sí mismo; su sabiduría y progresa labra.

La naturaleza es el libro eterno que estudiará. Para ello el tiempo siempre es presente. Caudales de conocimientos y sabiduría inagotables se les ofrecen para ejercitar su infinita capacidad de realización. Nada se le oculta; todo está expuesto ante sus ojos. Sólo le limita su propia capacidad de percepción y el estado evolutivo de su inteligencia. En la medida que desarrolla su conciencia perceptiva podrá conocer más y mejor ese hermoso libro y su grandiosa misión. Podrá conocerse a sí mismo y reconocerse en el Creador Universal, armonizándose con los planes que Él trazara para la realización de la Obra y asumir la cuota con la cual desea contribuir.

Por eso, cuando el ser humano vislumbra la realidad que le es inherente, se avoca al estudio asiduo o intenso de todo cuanto le rodea, para mejorar su condición humana y espiritual. En la medida en que la luz se manifiesta libre en el curso del proceso evolutivo, conociéndose a sí mismo, labrando la gran misión con que ha sido investido en su propio ambiente o en el que elige desenvolverse, por su propio peso específico, va adquiriendo conciencia de su condición de co-Creador y activo Gigante ejecutor en la manifestación eterna de la vida.

EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



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UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

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viernes, 31 de julio de 2009

EL PODER DE LA PACIENCIA





EL PODER DE LA PACIENCIA

©Giuseppe Isgró C.


La paciencia, como virtud genial, implica previsión de metas y su distribución en el espacio y en el tiempo, con pleno dominio del “know how”, para hacer más efectivo tu logro.
La persona, en la vida, comienza por conocer cuales son los instrumentos que habrá de utilizar en su tarea.
Luego, aprende a utilizarlos y, por último, como hacer la obra que le está encomendada.
Más allá de la obra física realizada, llega a comprender que aún hay más.
Adquiere la conciencia de que su obra complementa la realización de un plan diseñado por el Gran Arquitecto del Universo, bajo cuyos designios, en concordancia con la evolución cósmica, adquiere la sabiduría que la paciente búsqueda y autorrealización le permiten.
La acción individual de cada persona constituye una activa cooperación con el plan rector universal.
En todo momento, es conveniente mantener la calma y la paciencia, organizando los esfuerzos en base a estrictas prioridades, continuando, pacientemente, la acción en pos de la meta con expectativa positiva.
Oportunamente, cuando las propias prioridades coinciden con las del engranaje cósmico, y se sincronice con el mismo, desaparece cualquier eventual bloqueo y todo marchará fluidamente.
La humanidad está embarcada en la nave espacial llamada tierra, de cuyo programa de objetivos colectivos se forma parte, con sus responsabilidades inherentes.
Si se restringe el plan de vida a la propia misión cósmica, se tendrá siempre lo necesario para seguir adelante con éxito.
La paciencia es, en toda persona, -y expresión de vida-, la manifestación tangible de la propia comprensión de las leyes que rigen el cosmos.
Cada uno de los propios talentos puede ser mejorado con esfuerzos pacientes y constantes.
William James hizo una valiosa sugerencia al respecto, cuando dijo: -“….Que ningún joven esté ansioso acerca del resultado final de su educación. Cualquiera que sea la línea de su especialidad, si se mantiene fielmente ocupado cada hora del día laborable, puede dejar, sin riesgo alguno, que el resultado aparezca por sí mismo. Puede contar, con perfecta certeza, que se despertará una bonita mañana para encontrarse a sí mismo como uno de los hombres más competentes de su generación, en cualquier campo que pueda haber escogido”-.
El que persevera, con paciencia, atacando los obstáculos uno a uno, resuelve positivamente todas las situaciones, alcanzando sus metas con efectividad.
Un antiguo aforismo expresa: -“Hasta su hora aguanta el que es paciente, más después se le dará contento. Hasta su hora contiene sus palabras,  y entonces, muchos labios proclaman su inteligencia”.-
La paciencia es una expresión de la voluntad y dominando en el ánimo controla, externamente, todas las cosas.
Adelante.


  






lunes, 27 de julio de 2009

EL HOMBRE, ESE GIGANTE DE LA ACCIÓN - ENSAYO DE JUVENTUD 5





EL HOMBRE, ESE GIGANTE DE LA ACCIÓN


©Giuseppe Isgró C.

-1970-



El hombre, es un ser cuya labor fundamental es labrar evolución, es decir, estados de conciencia más elevados. La naturaleza, desde el principio inmemorial constituye el libro eterno de la sabiduría. El hombre heredó del Creador, ese cúmulo de riquezas, ese inmenso taller Universal, donde experimenta, trabaja, actúa, evoluciona y se hace sabio.

Desde que el hombre inicia su actuación en la escala de valores, comienza desde un grado primario, como un ser sencillo, despojado de toda experiencia y con un mandato del Creador, de acrecentar la Creación y ser maestro de la misma. Él es un centro de energía potencial y un cúmulo de sabiduría, luz y amor en estado embrionario latente. Es decir, es poseedor de una fuerza creadora, la cual va a aprender a usar, para efectuar la transformación continua de las formas en la naturaleza y en ella, su evolución.

Ese valor inmenso de potencialidad y luz que en sí encierra, se encuentra desprovisto de experiencia y es opacado, neutralizado en el momento en que el espíritu toma materia en su primera encarnación.

Es decir, el hombre tiene en sí ese caudal enorme de sabiduría y luz que encierra el Universo, pero falto de experiencia, no la reconoce, o deja de apreciarla, por lo que él va a iniciar su carrera como hombre partiendo del grado mínimo de evolución, -siempre como hombre, en este punto está descartada la teoría de que el hombre ha evolucionado de especies inferiores-, para que por medio de las experiencias y estudio perpetuo él pueda reconocerse a sí mismo y su misión en la naturaleza, a través del cumplimiento de la ley de la Reencarnación y de la Ley Cósmica impresa en la conciencia.

El hombre, es un Universo en miniatura o microcosmos. En él está todo lo que existe en el entero Universo. En la formación de su cuerpo participan los otros tres reinos naturales. El alma alberga los instintos naturales de esos reinos, que representan grados naturales de inteligencia. El cuerpo y el alma del hombre, son complementados por un ente inteligente, espíritu, parte indivisa y activa de ese principio Creador. Ese ente, Espíritu, -dotado de los mismos atributos divinos del Creador- tiene por misión dirigir la acción creadora y evolutiva del Universo. El cuerpo del hombre es un vehículo que permite la manifestación de la vida-espíritu, quien se sirve de aquel para realizar su actuación. Pues, el cuerpo sin el espíritu no presenta signos de vida y el espíritu sin el cuerpo no puede ejercer su labor en las formas físicas de la materia.

Como el hombre es depositario de todo lo existente en el Universo, en porción ínfima, de ahí que él tiene como labor inmediata conocerse a sí mismo, en las partes constitutivas, y de ese conocimiento particular elevarse a lo general, el Universo o Macrocosmos, parte integral que eternamente estudiará.

Con acertada sabiduría expresó Quilón, el Lacedemonio: -“Hombre, conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es conocer a Dios sino conocerse a sí mismo”.

Mientras eternamente el hombre estudia y avanza en sabiduría, se percata de que son tales las magnitudes del conocimiento, por explorar dentro de sí, microcosmos, y del Universo, Macrocosmos, que sabe a ciencia cierta que siempre encontrará un más allá.

El hombre, es como un diamante; cuando inicia su misión, toda su riqueza en valores se encuentra cubierta por corteza; mientras evoluciona, pulimenta la capa que su luz opaca, y se manifiesta el potencial de fuerza y sabiduría que en sí encierra. Pero siempre habrá nuevos horizontes de la luz que alcanzar, porque “siempre hay un más allá”.

El hombre, en su ambiente natural, utiliza como herramientas los elementos naturales con que le ha dotado la naturaleza y desarrolla su labor.

El inmenso Universo es el Taller Universal del hombre. Como en toda empresa, existen normas o sistemas, un orden establecido y condiciones, que se llaman leyes, las cuales ha de conocer y cumplir inexorablemente.

El mismo, en su ser físico, biológica y físicamente tiene ciertas características que reflejan las huellas de esas leyes. Aun cuando el hombre tiene libre albedrío, llega un momento, en su escala evolutiva, en que comprende que, para efectuar una marcha armónica, en ritmo ascendente de evolución, tiene que cumplirlas y las cumple.

El hombre es un ser gregario, es decir, su labor la realiza en conjunto con otros seres y ha llegado a formar lo que llama sociedad. Toda la labor del hombre en sociedad es realizada ayudando y recibiendo ayuda de otros. Todos son el complemento de todos: la sociedad. Cada ser, o individuo, es un grado de fuerza, de progreso, de sabiduría. En el Universo existe una cadena infinita de fuerzas, por grados, partiendo del cero al infinito.

En esta cadena, integrada por entes individuales de fuerzas y grados, cada grado es un factor, cada factor es un hombre. Cada hombre es una parte de la misma, cuya esencia constituye la Fraternidad Universal. Cada uno cumple su cometido. Para que haya armonía de fuerzas, bienestar colectivo, las debe integrar un solo querer unánime; un solo deseo: Un ideal común.

Cuando el hombre no ha alcanzado un estado determinado de evolución, -estado de conciencia- se encuentra deslindado de la solidaridad del conjunto. Para que exista un perfecto equilibrio social, es preciso que las fuerzas individuales estén acopladas adecuadamente.

El hombre, en la tierra, desde las edades prehistóricas, ha venido realizando mejoras en sus relaciones sociales y medios de comunicación con sus semejantes.

A medida que evoluciona, ha ido acoplando sus fuerzas para realizar una mejor estructuración de la comunidad. Grandes obstáculos han sido interpuestos en su avance, de los cuales, unas veces ha vencido, otras ha caído, Pero, parafraseando a Confucio, de lo que hay que vanagloriarse es de levantarse cada vez que se cae. El hombre ha caído, se ha levantado, lucha constantemente, eternamente avanzará.

La unión de fuerzas permite satisfacer mejor las necesidades humanas y les conduce a una realización más efectiva de sus ideales.

Los mismos seres de rango diferente al ser humano, se unen en manada o grupo para subsistir.

Mediante las cualidades que forman la personalidad, el ser humano combina, mejorando, sus relaciones con los demás, en un esfuerzo supremo hacia una mejor armonía.

Constantemente, son adoptadas normas para mejorar esas relaciones, las cuales son regidas, también, por una ley natural que se denomina Afinidad. Ella agrupa a individuos con condiciones y cualidades análogas. Es la ordenadora del Universo.

El hombre, agrupado con sus semejantes, actúa comunitariamente dentro de la naturaleza Universal. Satisface, en esa unión, los imperativos psico-físicos que les caracterizan.

En el inmenso Universo que ha heredado como fuente común de trabajo, el ser humano cumple su misión. Es decir, al mismo tiempo que perfecciona las formas de la naturaleza en una transformación activa se transmuta a sí mismo; su sabiduría y progresa labra.

La naturaleza es el libro eterno que estudiará. Para ello el tiempo siempre es presente. Caudales de conocimientos y sabiduría inagotables se les ofrecen para ejercitar su infinita capacidad de realización. Nada se le oculta; todo está expuesto ante sus ojos. Sólo le limita su propia capacidad de percepción y el estado evolutivo de su inteligencia. En la medida que desarrolla su conciencia perceptiva podrá conocer más y mejor ese hermoso libro y su grandiosa misión. Podrá conocerse a sí mismo y reconocerse en el Creador Universal, armonizándose con los planes que Él trazara para la realización de la Obra y asumir la cuota con la cual desea contribuir.

Por eso, cuando el ser humano vislumbra la realidad que le es inherente, se avoca al estudio asiduo o intenso de todo cuanto le rodea, para mejorar su condición humana y espiritual. En la medida en que la luz se manifiesta libre en el curso del proceso evolutivo, conociéndose a sí mismo, labrando la gran misión con que ha sido investido en su propio ambiente o en el que elige desenvolverse, por su propio peso específico, va adquiriendo conciencia de su condición de co-Creador y activo Gigante ejecutor en la manifestación eterna de la vida.