martes, 5 de febrero de 2013

EL SOÑANTE Y LA SABIDURÍA DE CASANOVA



                                          

EL SOÑANTE

Y LA SABIDURÍA DE CASANOVA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.


El soñante, poco antes de despertar, se encontraba, en la región de los sueños, con un hombre de edad madura que le relataba sus andanzas de larga data. Saltaba a la vista de que se trataba de un Espíritu “de los muy antiguos”. Había, también, un hombre joven que había sido el primero en reunirse con el narrador de la aquella historia onírica.
Dicho relato no era otra cosa que un recuento de vivencias ejemplares de aquel guía espiritual, aunado a una arenga que pretendía ser orientadora de la conducta adecuada, en la vida, en cualquier situación que se presentase, válida para cualquiera que se decidiese en seguirla.
En eso, cuando el hombre de mayor jerarquía espiritual guardó silencio, el soñante, en el sueño, valga repetirlo, se lanzó con un discurso de evidente y solemne inspiración.
Decía textualmente: -Habemos muchas personas que desde el inicio de nuestra carrera nos ha tocado en “suerte”, o por causalidad generadora de coincidencias, que se cruzase en nuestro camino alguien que nos trazara el curso, que de un nacimiento a otro, de una reencarnación a la subsiguiente,  sin límites, hemos de seguir por los tiempos de los tiempos. Esto, por supuesto, -añadió-, además del plan tazado por el Gran Arquitecto del Universo, en la Ley Cósmica.
Se le quedaron mirando los otros dos, ya que el argumento se compaginaba con lo que venían discurriendo, de quienes el que había hablado inicialmente era el más maduro de criterio, como si el joven fuese su guiado.
El soñante, que había sido precedido en el diálogo por aquellos dos, aparentemente maestro y discípulo, le había sorprendido en pleno parlamento, o coloquio amistoso, pero se dan cuenta todos de la afinidad que les unía a los tres.
Empero, lo que sí percibió el soñante era que estaba hablando un castellano muy antiguado, en consonancia con la época que rememoraban, como si estuviesen en ella.
El soñante percibía su rol de poeta, ya que, virtualmente, se expresa con poético ritmo, y evidente inspiración en su extensa perorata onírica.
Pero, habiendo sido mucho más lo que dijo el soñante de lo que recordaba al despertar, y más extenso lo que le escuchó relatar al Espíritu más antiguo, alcanzó a rememorar, reseñando, únicamente, lo que precede.
El sentido general de la conversación era el de que, el guía espiritual le explicaba a su guiado las ventajas de incontables ciclos de vida muy bien aprovechados.
Una vez despierto el soñante, a las 5:45 am, aún de medio lado en la cama, está consciente del sueño, y comienza a recordarlo lo más que puede. Sabiendo que si no se levanta y escribe la experiencia onírica, la va a olvidar tan pronto como se duerma de nuevo y vuelva a despertarse, lo que es más frecuente de que suele imaginarse. Se reincorpora, lentamente, y mientras sigue recordando lo que soñó va en busca de un par de hojas de papel y su bolígrafo, y reseña el breve relato onírico que antecede.
Concluido el acto de la escritura, le viene a la mente el hecho de que, en la noche anterior, antes de dormirse, había comenzado a releer un ensayo de Giosué Carducci, sobre Dante, Petrarca y Boccaccio. El poeta señalaba el privilegio que había tenido Boccaccio de un modelo digno de emulación del nivel de Dante Alighieri, cuya amistad cultivara en elevado grado.
También, la noche precedente, el soñante, por el hecho de que los lectores ávidos no se conforman con leer un solo libro, al mismo tiempo, sino tres, cuatro o más, dio comienzo a la relectura de un grueso libraco de más de 2.500 páginas, cuyo título, en letras doradas, decía: “Casanova: Memorias”. El soñante, encontró que venían al pelo algunos aforismos que Casanova reseñaba en el prefacio, parte del libro éste, que el insigne caballero siempre sugería de leer.
Estos son los aforismos que, si se medita bien en ellos, el ilustre personaje, en el siglo XVIII, además de su fama de exitoso “Don Juan”, era un consumado pensador y profundo filósofo. Su lectura resulta reconfortante, y moralizante, paradójicamente hablando. Ilustra sobre la mejor manera de cómo abordar, con suceso, la realización de importantes proyectos en las altas esferas, en cualquier actividad en la que se quiera, cada quien, desenvolver.
Dice Casanova:
1.            –“Hay, pues, que rogar a Dios y creer que hemos obtenido la gracia que le hemos pedido, incluso cuando la apariencia nos muestre lo contrario”.
2.            –“El hombre es libre, pero deja de serlo si no cree en su libertad; y cuanta más fuerza concede al destino, tanto más se priva de la que Dios le ha dado al dotarle de razón.       
3.            –“Aunque el hombre sea libre, no hay que suponer por eso que es dueño de hacer lo que quiera; pues se convierte en un esclavo cuando se deja arrastrar en sus actos, cuando le domina una pasión. El que tiene fuerza suficiente para detenerse hasta que vuelva la calma es el verdadero sabio”.
4.            –“Dios no puede exigir de los seres más que el ejercicio de las virtudes, cuya esencia ha colocado en su Espíritu, y nada nos ha dado más que el designio de hacernos feliz”. 
5.            –“Los principios de aquello que sabemos no pueden más que haber sido revelados a los que nos los han comunicado por el grande y supremo principio que los contiene a todos. La abeja que hace su colmena, la golondrina que hace su nido, la hormiga que construye su agujero y la araña que urde su tela, nunca hubieran hecho nada sin una revelación previa y eterna”-.
Con los aforismos que anteceden basta para percibir la inmensa sabiduría de las percepciones de Casanova, cuyas Memorias, en general, por su extensión, han leído, únicamente, los intelectuales de cierta envergadura que se han trascendido a sí mismos como lectores.  
Se percibe, rápidamente, que su profundidad, y percepción de la realidad, se armonizan con el mensaje que el soñante reflejara en su inspirada arenga onírica.
Al margen de lo que haya resultado, por su contenido, este brevísimo ensayo está basado en una experiencia real. Los sueños suelen ser solo un fragmento de la totalidad de la experiencia vivida en la dimensión espiritual, mientras se duerme; empero, las cosas suelen ser, siempre, de la única manera en que deben serlo.
Como dice el soñante, al tocar en “suerte” alguien que nos señale el camino que es preciso seguir,  y lo hace por intuición, inspiración y sugerencia o consejo, casi siempre sin habérselo solicitado, es una verdadera “ventaja” que valdría la pena no desaprovechar.
Empero, no es sino un efecto de una causa que nosotros mismos hemos puesto en movimiento, como siembra y recogida, y nada más, activando la ley de atracción, y la de compensación.
Pero, cuántas veces no vemos que a esas acciones providenciales de la Ley Cósmica se le hace caso omiso por los que, aún, deben adquirir mayor sensatez?
Evidentemente, hombres como Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio y Francesco Petrarca, fueron auténticos genios  que entreabrieron  la puerta del Humanismo, que habría de conducir, posteriormente, al Renacimiento y a una vuelta a la Cultura Clásica, ya, virtualmente, olvidada.
Era un nuevo amanecer, de los muchos que ha habido en la historia, después de la oscura noche medieval. Nuevas albas doradas se presentan al final de cada etapa, y son muchísimas las que aún le esperan a los seres más preclaros del Mundo Tierra, que han superado sus pruebas existenciales sosegadamente, y con valentía.
Empero, no está de más recordar que durante la Edad Media occidental floreció una de las más esplendorosa civilizaciones: La Árabe, que ha sido un factor equilibrante entra la Luz que ha difundido, y la oscuridad que ha evacuado, y sigue haciéndolo, con su Espiritualidad centrada en el Ser Universal. Por eso Mahoma acuñó su famoso aforismo: -“No hay más Dios que Dios”. Una lección que, aún, millones de personas, en el Planeta Tierra, deben asimilar.
La nueva edad de Oro, aún espera que los poetas como Homero, y filósofos como Platón, o conductores de hombres como Alejandro Magno y Mensajeros de la Divinidad, como Mahoma, o Genios como Leonardo Da Vinci y Miguel de Cervantes y Saavedra, con sus obras inmortales, ayuden a gestarla.
Y Giàcomo Casanova, sigue siendo un fértil pedagogo, y un paradigma vigente, por las enseñanzas que se desprenden de sus “Memorias”.
El ejemplo emulado de vivir intensamente la vida, e involucrarse en proyectos que exitosamente realizados, en el espacio y en el tiempo, eleva a las grandes esferas el anhelo de progreso.
Casanova sugiere que el camino de la cultura clásica sigue siendo válido, y necesario, para adquirir esa visión características de los lúcidos líderes, conductores efectivos de hombres, y de mujeres, que conocen el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el cuánto y el por qué.
También, sus relatos autobiográficos señalan todas aquellas cosas que una persona sensata debe evitar para mantenerse en el sendero de las virtudes fundamentales. En síntesis, podríamos resumir que los valores esenciales que las permiten cultivar en sí, son: El amor, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza y la belleza.
En esos seis valores enunciados se encuentra contenida, virtualmente, la práctica de todas las virtudes de los “Hijos de la Luz”, entre los cuales se contaba, ciertamente, Giàcomo Casanova, y su contemporáneo, algo más joven en edad, Alejandro de Cagliostro, entre tantos ilustres otros.
El rasgo adicional que caracteriza a los “Constructores de la Gran Obra”, al labrar la piedra bruta y transformarla en un “cubo” justo y perfecto, para la edificación del Gran Edificio Cósmico, según los planes del Supremo Artífice, es el estudio de todas las ciencias, artes y filosofías.
Pero, decía Casanova, todo eso no sirve de nada hasta que el “Aprendiz” haya alcanzado lo que los antiguos sabios denominan la “Docta ignorancia”.
Cómo podría alguien erradicar de su ser la ignorancia, si deja de adquirir, antes, la conciencia de la misma? Es decir, se hace preciso conocer la propia ignorancia.
Esta es una labor que corresponde realizarla a los seres de los cuatro reinos naturales: humano, animal, vegetal y mineral, en ambas dimensiones: física y espiritual; en el eterno retorno del ser individual al Ser Universal.
Paradójicamente, el hombre, quien se cree el Rey de la naturaleza, es el que precisa aprehender en mayor grado el arte de vivir en armonía con las leyes naturales.
Al hacerlo, aflora en la conciencia la “revelación”, o inspiración a la que se refería Casanova, que va iluminando el rol, y el camino hacia la fuente, en la que se encuentra todo lo que el ser ha de menester.
Todo se encuentra dentro y no afuera. En el interior del Círculo y el Signo Más. La Divinidad y la Eterna polarización.
Los diamantes se encuentran en el propio patio, y no en el ajeno. Y la grama del jardín es tan verde como la del vecino, si somos capaces de percibirlo, aún dentro de “la más aparente humildad”.
No siempre el primer mundo es “primer mundo”; y el “tercer mundo”, tercer mundo, aunque mucha gente se lo crea. En la mente de Dios no existen esas diferenciaciones. Para Él, todos los seres son una emanación de su Ser, sin separarse de Él mismo y sin dejar de ser Él mismo.
En todos los seres existe la misma Esencia: LA DIVINIDAD.
Lo que varía es el grado de conciencia, nada más.
Y el que tiene la percepción más lúcida debe orientar al que le sigue en el camino como él mismo va en pos del que le precede.
Lo decía Hermes Trismegisto: -“El sabio rige en lo inferior y es regido en lo superior”. Pero, “ojo”: Sólo para servir, en la realización de la Gran Obra Universal. El que sabe, y puede más, sirve, o debe servir más.
Adelante.                                                                                                                                                                                                                                                                                                        
                                                                                                                                
                                                                                          

EL ENCUENTRO EN LA VICTORIA



http://enbuscadelavictoria.blogspot.com/

UN ENCUENTRO EN LA VICTORIA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.

Del libro: La Victoria

Capítulo I

Me encontraba un día, en una fuente de aguas tranquilas, cristalinas, cuando se me acercó un Venerable hombre, vestido a la antigua usanza, con bata blanca, larga, pelo y barba que alguna vez fueron de color pelirrojo y un báculo en la mano derecha.

Concentró sus ojos en los míos; su mirada era profunda, serena y apacible.

Con voz suave y afectiva, me dijo:

-“Hola, hijo, como estás”-.

–Bien, -le contesté-; y, ¿usted?

–Por aquí andamos; -fue su respuesta-, mientras me sonreía.

-¿Dónde estamos?, -le pregunté al Venerable hombre-.

-Este sitio es conocido como La Victoria; -me contestó-. –¿Qué haces por estos lados?

-Salí esta mañana, temprano, con el coche, a dar un paseo; luego, al llegar a esta zona, me paré a contemplar la belleza de los araguaneyes y decidí caminar un poco y la verdad que, absorto en mis reflexiones, caminé por lo menos durante dos horas, hasta llegar aquí. Desconocía este hermoso lugar. Y, usted, -¿vive por aquí cerca? -le pregunté-.

Un poco más arriba, en esa colina boscosa. Hace algunos años, -relata el Venerable hombre- decidí retirarme de la agitada vida ejecutiva en que me desenvolvía profesionalmente, como abogado, en la ciudad de Quebec, Canadá, aunque he viajado por diversos países asesorando a incontables líderes. Construí la casa, en esta zona tropical, con la idea de pasar aquí los meses de invierno. Me dedico al estudio de la vida, a la meditación y a cultivar mi jardín y de vez en cuando, a escribir mis reflexiones, las cuales, algún día, habrán de ser publicadas para esparcir un poco la luz que he podido vislumbrar en mis estudios metafísicos-espirituales.

-¿Quieres tomar un café? –Me preguntó el Venerable hombre-. Lo he traído de Caripe El Guácharo; es de los más exquisitos que he probado.

-Sí, con gusto se lo acepto; -le contesté-.

Nos fuimos caminando por un sendero rodeado de árboles cargados de mangos, aguacates, naranjas y una hilera de cayenas de diversos colores. A lo lejos, el ruido de la brisa se oía apaciblemente. Todo era quietud, armonía y paz. Pero, sobre todo, lo que más me impresionaba era la apacibilidad y el sosiego del Venerable hombre de La Victoria. Emanaba de él un flujo de fuerza que, en su presencia, me sentía con un poder y una seguridad nunca antes experimentados. Fuerzas bienhechoras se iban apoderando de mí y aquella paz y relax que buscaba en la mañana, al salir a dar un paseo, sin percatarme de ello, las estaba experimentando ya.

Después de unos quince minutos de caminar, llegamos a la casa del Venerable hombre. Su aspecto exterior humilde estaba lejos de dejar entrever lo que segundos después habría de asombrarme con lo que encontré en el interior.

Al entrar, en la casa, una joven de unos veinte años saludó al Venerable hombre.

-¡Hola, abuelo!, ¿cómo estás?

–Bien, hija, -contestó el Venerable hombre-. -Prepara un poco de café, Lucía, mientras conversamos un poco, adentro.

-Por cierto, te presento a Santiago, quien ha llegado paseando hasta La Victoria.

Después de la presentación, entramos en la biblioteca del Venerable hombre. Un salón grande, lleno de estantes de libros por todas partes, lo cual hacía inimaginable dicho cuadro desde el exterior. Algunos cuadros al óleo de morichales y de personajes históricos, presentaban un ambiente acogedor. En un rincón se encontraban diversos retratos de Tagore, Gandhi, Cicerón, Séneca, Ibn Arabi y un dibujo de Don Quijote y Sancho Panza. En un pequeño cuadro, podía leerse: -“Lo que Alá quiera. Nada se le asemeja”-.

-Le felicito por este inmenso tesoro que usted tiene aquí, -le dije al Venerable hombre-. -¿Cuáles son los temas de su interés?

A lo cual, me contestó: -Como usted puede ver, Santiago, -y me invitó a recorrer los estantes- aquí hay libros de variados temas: clásicos de todos los países y épocas, desde los Vedas, los Upanishads, el Mahabaratha, los libros de Confucio, El Tao te King, de Lao Tse, el Poema de Gilgamesh, el Código de Amurabí, autores griegos, como Homero y Hesiodo. Se encuentran las obras completas de Euclides, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Demetrio de Falereo, de los Presocráticos, Epicteto, Plutarco, etcétera; de los latinos, autores como Séneca, Cicerón, -que son mis preferidos-, Julio César, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso, Marco Aurelio, así como libros de Psicología, Gerencia, Sufismo, Yoga, ensayos, filosofía, parapsicología, hermetismo, El Quijote, libros de economía, filosofía, etcétera, en fin, un poco de todo lo que es preciso conocer para poder entender el significado de la vida: de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacía dónde vamos, sin lo cual, la vida no tendría sentido, sobre todo por el gran afán a que está sometido el ser humano en la agitada vida moderna.

Nos sentamos en sendas butacas y nos entretuvimos conversando de temas diversos. Al poco rato, entró Lucía con dos tazas de oloroso café y unos biscochos, que degustamos con agrado en una amena e interesante conversación. Al fondo, podía oírse una suave música de Beethoven.

Pasamos cerca de una hora conversando de sobre la Atlántida, Egipto, los griegos, de Homero, de los sufíes, del budismo zen, los poderes del espíritu, meditación, etcétera, después de lo cual, le hice una pregunta directa.

-Seguramente, usted ha desarrollado alguna técnica de meditación y algún método de resolución de situaciones, en la vida, que me quisiera explicar, ya que, según observo, para tener usted una serenidad tan acentuada y una fortaleza física a la edad que imagino que usted debe tener, -cerca de noventa años- es porque ha encontrado en su larga experiencia algún secreto que quizás quisiera compartir conmigo.

Santiago, -me dijo el Venerable hombre, si vuelves a visitarme otro día, quizá te cuente algo que te pueda servir. Empero, antes de que te vayas, te haré entrega de unos apuntes que hace ya muchos años, en una época en que yo andaba a la búsqueda de sosiego y tratando de encontrarle sentido a la vida, un Venerable hombre que, en una edad similar a la mía, a su vez me entregara y cuya práctica asidua me permitió domar la mente, encarrilar mi vida y poner bajo control los hilos del destino. Son veintidós manuscritos, y una meditación diaria, –continuó diciendo el Venerable hombre, que si bien son ya un poco antiguos, podrás copiarlos de nuevo y si pones en práctica las técnicas que contienen, darás a tu vida un esplendor que habrá de sorprenderte agradablemente.

-Una vez que los hayas probado con total y absoluta satisfacción de tu parte, -me dijo, ponlos en limpio, en forma de libro y publícalo para que su mensaje llegue a mayor número de personas. Hacía tiempo que esperaba a alguien a quien confiarle este legado y creo que hoy, al llegar aquí, en la forma en que lo has hecho, tus pasos han sido dirigidos por Aquel que todo lo sabe y puede, por la Ley Cósmica, y en cuyos planes universales, todos somos sus instrumentos.

Me despedí del Venerable hombre y de su adorable nieta, sintiendo dentro de mí fuerzas desconocidas hasta entonces que preanunciaban grandes cambios en mi vida.

En los días siguientes, aparté una hora diaria, antes de dormirme, y leí y releí, todos los manuscritos, de la siguiente manera: En primer lugar copié la Meditación diaria en un cuaderno, el cual leí durante veintidós noches y mañanas seguidas, tal como lo indicaban las instrucciones de la misma.

Una nota al pie de página mencionaba que si yo la transcribía en un cuaderno, el hecho de hacerlo, grabaría en mi ordenador mental las instrucciones y me sería más fácil desarrollar, en mi personalidad, las cualidades y condiciones que formaban parte de los objetivos implícitos en la misma.

De los veintidós manuscritos, cada lunes, a las once en punto de la noche, copiaba uno en el cuaderno, y durante el resto de la semana, a la misma hora, lo leía y meditaba, siguiendo las fáciles y efectivas técnicas e indicaciones al inicio del mismo.

Cuatro semanas después de leer durante veintidós días seguidos, en la noche y en la mañana, la meditación diaria, comenzaron a manifestarse en mi vida una serie de cambios positivos que me dejaban asombrado a mi mismo, pero, también, los miembros de mi familia y a mis amistades; sobre todo mi semblante comenzó a ser más apacible; volví a sonreír desde el interior; mi estado anímico era de contento; me sentía más seguro de mi mismo; comencé a confiar más en la gente, en la vida y a vislumbrar el sentido de mi misión en la vida –percibía cosas que antes me pasaban desapercibidas, a pesar de haber estado siempre allí. Sentía fluir en mí una nueva corriente vivificadora de prosperidad, de felicidad, de alegría de vivir. Mi entusiasmo y amor por la vida y por mi familia, por mi trabajo y por las personas, crecía día a día. En aproximadamente dos meses había logrado muchas de las cosas en las cuales había soñado desde hacía años. Había dado un paso sorprendente en el camino de la autorrealización.

Efectivamente, pude comprobar que me fue relativamente muy fácil desarrollar las aptitudes y actitudes a nivel físico, mental, emocional, espiritual y en diversos aspectos de mi vida, como el financiero, que comenzó a mejorar casi inmediatamente, así como, surgieron nuevas oportunidades que comencé a aprovechar, casi sin esfuerzo de mi parte.

Transcurría el año de 1967 y mi vida había encontrado un sendero que habría de conducirme a cooperar en forma más efectiva en el plan divino que el Supremo Hacedor, en algún momento, había diseñado para mí.

Tres meses después volví a aquel lugar donde había encontrado al Venerable hombre de La Victoria y allí estaba la fuente que él dijo llamarse La Victoria; empero, cuando traté de encontrar el camino para llegar a la casa donde amablemente me ofreció un delicioso café, preparado por su nieta Lucía, no logré encontrarlo, pese a haber recorrido durante un par de horas por los alrededores. Pregunté a varias personas para ver si podían indicarme como llegar a la casa del Venerable hombre y cual fue mi sorpresa, nadie lo conocía.

Empero, después de tanto buscar, volví a encontrar la casa donde vivía el Venerable hombre de La Victoria, pero se encontraba abandonada. Su aspecto indicaba que debía encontrarse en ese estado un lapso mayor del que mediaba con el encuentro de aquel ser extraordinario. Es sorprendente como los inmuebles solos acusan el paso del tiempo en mayor grado que los que son habitados. Si no fuera por los manuscritos pensaría que el encuentro no fue más que un simple sueño. -¿O se trata, acaso de un sueño combinado con un fenómeno de aporte? Personalmente, no lo creo. El encuentro fue muy vívido y real. El aromático café servido por Lucía estaba exquisito. Durante varios años volví al lugar varias veces, la casa seguía sola. La última vez que volví, no la pude ubicar y sin tener tiempo suficiente para seguir buscándola, me fui. Ahora, vivo muy lejos de aquella zona, en otro continente; han transcurrido muchos años y después de tanto tiempo es poco probable que vuelva allí; pero, los manuscritos y la meditación diaria obran en mi poder, me han transformado y han enriquecido mi vida.

Durante más de treinta y cinco años he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen los manuscritos y la meditación diaria y cada vez que los pongo en práctica, experimentos los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para mí.

Su contenido es eminentemente práctico; no hay teorías superfluas. Si lleva a cabo los ejercicios que contienen, es probable que, gradualmente, se vaya efectuando la transmutación alquímica de su ser sintonizándose con los elevados resultados existenciales, los cuales, por añadidura, al ser creados a nivel mental, se van manifestando en su propia vida, oportunamente.

Sobre todo, con estos ejercicios, me percaté, cuando el Venerable hombre me entregó los manuscritos, de que se dispone de un método para domar la mente y ejercer un pleno dominio sobre la vida en general y, por ende, sobre el destino y controlar, cuando eventualmente se presenten, todas las situaciones, manteniendo un perfecto equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

El Venerable hombre de La Victoria me comentaba que todo se puede lograr en la vida si se siembra la respectiva semilla por medio de correctas decisiones acordes con la propia y elevada auto-estima y dignidad personal, desarrollando el convencimiento de que sí se puede hacer, por medio de las afirmaciones, las visualizaciones y meditaciones, la experimentación de un estado emocional acorde al momento de ser logrados los respectivos resultados y la practica del desapego, es decir, dejar encargada a la mente psiconsciente del logro, y además, se espera el tiempo necesario haciendo, mientras tanto, todo lo que se requiere, según el caso o los objetivos por alcanzar.

Estas técnicas funcionan, me decía una y otra vez el Venerable hombre de La Victoria; luego, agregaba: -las he probado por más de cincuenta años y quien, a su vez me las entregó, habría hecho otro tanto, aseverando que eran efectivas, si yo seguía fielmente las instrucciones y las ponía en práctica con expectativas positivas.

Desde que en 1967, el Venerable hombre me hiciera entrega de los manuscritos, han transcurrido un poco más de de treinta y cinco años, durante los cuales yo también he puesto en práctica las diversas variantes de los ejercicios, afirmaciones y meditaciones que contienen, y cada vez que me ejercito con ellos, experimento los mismos beneficios. Ahora, ellos se encuentran en el libro que usted tiene en sus manos; espero que les sean tan útiles como los han sido para todos los que hemos aplicado las enseñanzas del Venerable hombre de La Victoria.

Él me repetía constantemente: -“¡Tú puedes si crees que puedes hacerlo! ¡Hazlo y tendrás el poder!

Recuerdo que ese día el Venerable hombre me dijo: -ejercer el poder con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser, cultivando los dones inherentes y aprendiendo todo lo que se pueda de sí y del vasto universo del que se forma parte, es una manera efectiva de ser cada día más feliz. Luego, cuando me despedí de él, expresó: -“¡Que cada día brille más y mejor tu luz interior!”.- Adelante.

Capítulo 2

Meditación diaria

Es lunes en la noche, son las once en punto.

Me dispongo a copiar textualmente, en el cuaderno que he dispuesto para ello, el manuscrito identificado con el título:

Meditación diaria

Dice así:

Afirme, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desee, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubra cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en su vida:

MEDITACIÓN DIARIA

Afirma, en la mañana y en la noche, antes de dormir, durante veintidós días; luego, cada vez que lo desees, esta poderosa fórmula de programación mental positiva y descubre cómo, con facilidad, van ocurriendo cosas maravillosas en tu vida. Al encender la luz en la mente se ilumina la propia existencia y todo en derredor vibra al unísono y con el mismo sentimiento de felicidad y bienestar, interrelacionándose por la ley de afinidad.

1. -Entro en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, contando de tres a uno: Tres, dos, uno.

Ø Ahora, estoy ya en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre.

Ø Voy a permanecer en el nivel de mi mente psiconsciente, en el centro de control de mi piloto mental automático, donde todo va bien, siempre, durante quince minutos y voy a programar los siguientes efectos positivos, los cuales perduran, cada vez mejor, hasta que vuelva a realizar este acceso y programación mental:

Ø Todo va bien, siempre, en todos los aspectos de mi vida, cada día mejor. (Tres veces). –Imagínalo-.

Ø Todo va bien en mi trabajo; cada día logro mejores niveles de efectividad, prosperidad, riqueza, abundancia y bienestar. (Imagínalo).

2. Formo una unidad cósmica perfecta con el Creador Universal, -ELOÍ. (Diez veces, con los ojos cerrados). Hoy se expresa en mí la Perfección universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión en todos los aspectos de mi vida.

3. -Cada día, en todas formas y condiciones, mi cuerpo y mi mente funcionan mejor y mejor. La consciencia de mi conexión permanente e indisoluble con el Creador Universal, -ELOÍ-, restablece y mantiene en mí, diariamente, durante las veinticuatro horas del día, un perfecto estado de salud a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Creador Universal, por darme un cuerpo perfecto, saludable, lleno de energía. Aquí y ahora, me siento en perfecto equilibrio de salud, a nivel físico, mental, emocional y espiritual.

4. Afronto y resuelvo bien toda situación que me compete, siempre.

5. Todo tiene solución, en todas las situaciones de mi vida.

6. El Creador Universal, -ELOÍ-, es en mí, cada día mejor, en todos los aspectos de mi vida, fuente de amor, luz, sabiduría, éxito, riqueza, prosperidad, abundancia y armonía.

7. Permito que las leyes universales de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión actúen bien en el plan de mi vida.

8. Tengo prosperidad y poder. Cada día enriquezco mejor mi vida a través del servicio efectivo, del amor y de la práctica de todas las virtudes.

9. Mi dignidad personal me lleva a realizar las cosas que me competen con la máxima perfección posible.

10. Cada día, en todas formas y condiciones, en todos los aspectos de mi vida, estoy mejor y mejor a nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero.

11. Actúo con templanza, serenidad, autodominio y perfecto equilibrio en todo. Conservo plena autonomía y control sobre todas mis facultades físicas, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales. Hecho está. (Visualizar un escudo protector de luz que te envuelve y protege; -una pirámide-).

12. Tengo fortaleza, valor, confianza y fe suficiente para triunfar y alcanzar todas mis metas, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y en armonía con sus planes cósmicos. Soy inmune e invulnerable a las influencias y sugestiones del medio ambiente y de cualquier persona a nivel físico, mental, emocional y espiritual, en las dimensiones objetivas y subjetivas y en cualesquiera otras en que sea requerido.

13. El orden universal de la Vida, del amor, de la luz, de la sabiduría, del perdón, de la percepción de la verdad, de la aceptación de la realidad, de la justicia, de la igualdad, de la compensación, de la fortaleza, de la templanza, de la belleza, del equilibrio, de la armonía, de la salud, de la prosperidad, de la riqueza, de la abundancia, del servicio y de la provisión se establece en mi vida, en todos mis asuntos y en las personas interrelacionadas, aquí y ahora. Hecho está.

14. Asumo la responsabilidad de mis actos y cumplo bien todos mis compromisos, siempre oportunamente, de acuerdo con el orden cósmico.

15. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos da abundancia y armonía en el eterno presente. Vivo en abundancia y en armonía perfectas, aquí, ahora y siempre.

16. El Creador Universal, -ELOÍ-, se está ocupando de todo, en todos los aspectos de mi vida, y se expresa en mí conciencia intuitiva por medio de los sentimientos en correspondencia con los valores universales.

17. Gracias, Creador Universal, -ELOÍ-, por esta vida maravillosa. Que Tu Inteligencia Infinita, Amor, Sabiduría, Justicia, Luz, y Poder Creador guíen, adecuadamente, todas mis decisiones y acciones, ahora y siempre. Gracias, Eloí, por este día maravilloso.

18. El Creador Universal, -ELOÍ-, nos proteja, aquí y en cualquier lugar, ahora y siempre. (Tres veces).

19. Siempre espero lo mejor, de acuerdo con la voluntad del Creador Universal, -ELOÍ-, y la Ley Cósmica, en armonía con todos.

20. Gracias, Creador Universal; todo va bien en todos los aspectos de mi vida, a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Gracias, Eloí, todo va bien en mis practicas espirituales y en mi relación Contigo; Tú y yo formamos una unidad perfecta, armónica, aquí y ahora, en el eterno presente. Yo soy Tú, Tú eres yo. Te amo.

21. Voy a realizar –obtener o resolver- (mencionar), antes del: (fecha), de acuerdo al orden divino y en armonía con todos. (Si se trata de varios objetivos, anótelos y haga la afirmación y visualización con cada uno de ellos. Imagínelo concluido satisfactoriamente sin imponer canal alguno de manifestación.)

22. Tengo serenidad y calma imperturbable. Soy impasible frente a todo y a todos. No tengo temor a nada, a nadie ni de nadie en ningún nivel físico, mental, emocional, espiritual y financiero. Dentro de mí vibra la seguridad total. Tengo completa confianza en la vida y en mi propia capacidad de resolver situaciones y alcanzar los resultados satisfactorios que preciso, en cada caso, siempre.

A continuación anoté la fecha: Lunes 12 de agosto de 1967. Luego, tal como me lo indicó el Venerable hombre, anoté la fecha que correspondía veintidós días después: 03 de septiembre de 1967.

Acto seguido, me senté cómodamente, tomé tres respiraciones profundas y realicé la meditación.

Luego, cada noche, durante veintidós días, a las once en punto, me iba a mi cuarto, daba indicaciones de no ser interrumpido durante veinte minutos y realizaba la meditación del día, la cual, siempre complementaba con la lectura breve de uno de los libros de cabecera que siempre suelo tener en mi mesa de noche.

Iba notando, día a día como emergía de mi interior una nueva y desconocida fortaleza, seguridad, estado de ánimo contento, actitud más decidida, optimismo frente a la vida y a las situaciones; comencé a llevarme mejor en las relaciones con las demás personas, a ser más comedido en todo y sobre todo comenzaba a tener conciencia de cosas que antes me solían pasar desapercibidas.

Cabe destacar que, en el punto número veintiuno de la meditación, había anotado siete objetivos que desde hacía tiempo quería realizar y para mi sorpresa, treinta días después de haber terminado de efectuar la meditación del manuscrito número veintidós comencé a observar como, en forma aparentemente casual se iban manifestando la resultados de cada uno de ellos hasta que, algunos meses después, antes de la fechas previstas, los había realizado todos, menos dos, por lo cual, me senté y volví a anotar, en una hoja de mi cuaderno, otros diez objetivos, encabezados por los dos pendientes de la lista anterior, les puse la fecha tope a cada uno, antes de la cual debían ser logrados, para seguir visualizando, su logro, periódicamente.

http://enbuscadelavictoria.blogspot.com/

martes, 5 de febrero de 2013

EL SOÑANTE Y LA SABIDURÍA DE CASANOVA



                                          

EL SOÑANTE

Y LA SABIDURÍA DE CASANOVA

Autor: ©Giuseppe Isgró C.


El soñante, poco antes de despertar, se encontraba, en la región de los sueños, con un hombre de edad madura que le relataba sus andanzas de larga data. Saltaba a la vista de que se trataba de un Espíritu “de los muy antiguos”. Había, también, un hombre joven que había sido el primero en reunirse con el narrador de la aquella historia onírica.
Dicho relato no era otra cosa que un recuento de vivencias ejemplares de aquel guía espiritual, aunado a una arenga que pretendía ser orientadora de la conducta adecuada, en la vida, en cualquier situación que se presentase, válida para cualquiera que se decidiese en seguirla.
En eso, cuando el hombre de mayor jerarquía espiritual guardó silencio, el soñante, en el sueño, valga repetirlo, se lanzó con un discurso de evidente y solemne inspiración.
Decía textualmente: -Habemos muchas personas que desde el inicio de nuestra carrera nos ha tocado en “suerte”, o por causalidad generadora de coincidencias, que se cruzase en nuestro camino alguien que nos trazara el curso, que de un nacimiento a otro, de una reencarnación a la subsiguiente,  sin límites, hemos de seguir por los tiempos de los tiempos. Esto, por supuesto, -añadió-, además del plan tazado por el Gran Arquitecto del Universo, en la Ley Cósmica.
Se le quedaron mirando los otros dos, ya que el argumento se compaginaba con lo que venían discurriendo, de quienes el que había hablado inicialmente era el más maduro de criterio, como si el joven fuese su guiado.
El soñante, que había sido precedido en el diálogo por aquellos dos, aparentemente maestro y discípulo, le había sorprendido en pleno parlamento, o coloquio amistoso, pero se dan cuenta todos de la afinidad que les unía a los tres.
Empero, lo que sí percibió el soñante era que estaba hablando un castellano muy antiguado, en consonancia con la época que rememoraban, como si estuviesen en ella.
El soñante percibía su rol de poeta, ya que, virtualmente, se expresa con poético ritmo, y evidente inspiración en su extensa perorata onírica.
Pero, habiendo sido mucho más lo que dijo el soñante de lo que recordaba al despertar, y más extenso lo que le escuchó relatar al Espíritu más antiguo, alcanzó a rememorar, reseñando, únicamente, lo que precede.
El sentido general de la conversación era el de que, el guía espiritual le explicaba a su guiado las ventajas de incontables ciclos de vida muy bien aprovechados.
Una vez despierto el soñante, a las 5:45 am, aún de medio lado en la cama, está consciente del sueño, y comienza a recordarlo lo más que puede. Sabiendo que si no se levanta y escribe la experiencia onírica, la va a olvidar tan pronto como se duerma de nuevo y vuelva a despertarse, lo que es más frecuente de que suele imaginarse. Se reincorpora, lentamente, y mientras sigue recordando lo que soñó va en busca de un par de hojas de papel y su bolígrafo, y reseña el breve relato onírico que antecede.
Concluido el acto de la escritura, le viene a la mente el hecho de que, en la noche anterior, antes de dormirse, había comenzado a releer un ensayo de Giosué Carducci, sobre Dante, Petrarca y Boccaccio. El poeta señalaba el privilegio que había tenido Boccaccio de un modelo digno de emulación del nivel de Dante Alighieri, cuya amistad cultivara en elevado grado.
También, la noche precedente, el soñante, por el hecho de que los lectores ávidos no se conforman con leer un solo libro, al mismo tiempo, sino tres, cuatro o más, dio comienzo a la relectura de un grueso libraco de más de 2.500 páginas, cuyo título, en letras doradas, decía: “Casanova: Memorias”. El soñante, encontró que venían al pelo algunos aforismos que Casanova reseñaba en el prefacio, parte del libro éste, que el insigne caballero siempre sugería de leer.
Estos son los aforismos que, si se medita bien en ellos, el ilustre personaje, en el siglo XVIII, además de su fama de exitoso “Don Juan”, era un consumado pensador y profundo filósofo. Su lectura resulta reconfortante, y moralizante, paradójicamente hablando. Ilustra sobre la mejor manera de cómo abordar, con suceso, la realización de importantes proyectos en las altas esferas, en cualquier actividad en la que se quiera, cada quien, desenvolver.
Dice Casanova:
1.            –“Hay, pues, que rogar a Dios y creer que hemos obtenido la gracia que le hemos pedido, incluso cuando la apariencia nos muestre lo contrario”.
2.            –“El hombre es libre, pero deja de serlo si no cree en su libertad; y cuanta más fuerza concede al destino, tanto más se priva de la que Dios le ha dado al dotarle de razón.       
3.            –“Aunque el hombre sea libre, no hay que suponer por eso que es dueño de hacer lo que quiera; pues se convierte en un esclavo cuando se deja arrastrar en sus actos, cuando le domina una pasión. El que tiene fuerza suficiente para detenerse hasta que vuelva la calma es el verdadero sabio”.
4.            –“Dios no puede exigir de los seres más que el ejercicio de las virtudes, cuya esencia ha colocado en su Espíritu, y nada nos ha dado más que el designio de hacernos feliz”. 
5.            –“Los principios de aquello que sabemos no pueden más que haber sido revelados a los que nos los han comunicado por el grande y supremo principio que los contiene a todos. La abeja que hace su colmena, la golondrina que hace su nido, la hormiga que construye su agujero y la araña que urde su tela, nunca hubieran hecho nada sin una revelación previa y eterna”-.
Con los aforismos que anteceden basta para percibir la inmensa sabiduría de las percepciones de Casanova, cuyas Memorias, en general, por su extensión, han leído, únicamente, los intelectuales de cierta envergadura que se han trascendido a sí mismos como lectores.  
Se percibe, rápidamente, que su profundidad, y percepción de la realidad, se armonizan con el mensaje que el soñante reflejara en su inspirada arenga onírica.
Al margen de lo que haya resultado, por su contenido, este brevísimo ensayo está basado en una experiencia real. Los sueños suelen ser solo un fragmento de la totalidad de la experiencia vivida en la dimensión espiritual, mientras se duerme; empero, las cosas suelen ser, siempre, de la única manera en que deben serlo.
Como dice el soñante, al tocar en “suerte” alguien que nos señale el camino que es preciso seguir,  y lo hace por intuición, inspiración y sugerencia o consejo, casi siempre sin habérselo solicitado, es una verdadera “ventaja” que valdría la pena no desaprovechar.
Empero, no es sino un efecto de una causa que nosotros mismos hemos puesto en movimiento, como siembra y recogida, y nada más, activando la ley de atracción, y la de compensación.
Pero, cuántas veces no vemos que a esas acciones providenciales de la Ley Cósmica se le hace caso omiso por los que, aún, deben adquirir mayor sensatez?
Evidentemente, hombres como Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio y Francesco Petrarca, fueron auténticos genios  que entreabrieron  la puerta del Humanismo, que habría de conducir, posteriormente, al Renacimiento y a una vuelta a la Cultura Clásica, ya, virtualmente, olvidada.
Era un nuevo amanecer, de los muchos que ha habido en la historia, después de la oscura noche medieval. Nuevas albas doradas se presentan al final de cada etapa, y son muchísimas las que aún le esperan a los seres más preclaros del Mundo Tierra, que han superado sus pruebas existenciales sosegadamente, y con valentía.
Empero, no está de más recordar que durante la Edad Media occidental floreció una de las más esplendorosa civilizaciones: La Árabe, que ha sido un factor equilibrante entra la Luz que ha difundido, y la oscuridad que ha evacuado, y sigue haciéndolo, con su Espiritualidad centrada en el Ser Universal. Por eso Mahoma acuñó su famoso aforismo: -“No hay más Dios que Dios”. Una lección que, aún, millones de personas, en el Planeta Tierra, deben asimilar.
La nueva edad de Oro, aún espera que los poetas como Homero, y filósofos como Platón, o conductores de hombres como Alejandro Magno y Mensajeros de la Divinidad, como Mahoma, o Genios como Leonardo Da Vinci y Miguel de Cervantes y Saavedra, con sus obras inmortales, ayuden a gestarla.
Y Giàcomo Casanova, sigue siendo un fértil pedagogo, y un paradigma vigente, por las enseñanzas que se desprenden de sus “Memorias”.
El ejemplo emulado de vivir intensamente la vida, e involucrarse en proyectos que exitosamente realizados, en el espacio y en el tiempo, eleva a las grandes esferas el anhelo de progreso.
Casanova sugiere que el camino de la cultura clásica sigue siendo válido, y necesario, para adquirir esa visión características de los lúcidos líderes, conductores efectivos de hombres, y de mujeres, que conocen el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el cuánto y el por qué.
También, sus relatos autobiográficos señalan todas aquellas cosas que una persona sensata debe evitar para mantenerse en el sendero de las virtudes fundamentales. En síntesis, podríamos resumir que los valores esenciales que las permiten cultivar en sí, son: El amor, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza y la belleza.
En esos seis valores enunciados se encuentra contenida, virtualmente, la práctica de todas las virtudes de los “Hijos de la Luz”, entre los cuales se contaba, ciertamente, Giàcomo Casanova, y su contemporáneo, algo más joven en edad, Alejandro de Cagliostro, entre tantos ilustres otros.
El rasgo adicional que caracteriza a los “Constructores de la Gran Obra”, al labrar la piedra bruta y transformarla en un “cubo” justo y perfecto, para la edificación del Gran Edificio Cósmico, según los planes del Supremo Artífice, es el estudio de todas las ciencias, artes y filosofías.
Pero, decía Casanova, todo eso no sirve de nada hasta que el “Aprendiz” haya alcanzado lo que los antiguos sabios denominan la “Docta ignorancia”.
Cómo podría alguien erradicar de su ser la ignorancia, si deja de adquirir, antes, la conciencia de la misma? Es decir, se hace preciso conocer la propia ignorancia.
Esta es una labor que corresponde realizarla a los seres de los cuatro reinos naturales: humano, animal, vegetal y mineral, en ambas dimensiones: física y espiritual; en el eterno retorno del ser individual al Ser Universal.
Paradójicamente, el hombre, quien se cree el Rey de la naturaleza, es el que precisa aprehender en mayor grado el arte de vivir en armonía con las leyes naturales.
Al hacerlo, aflora en la conciencia la “revelación”, o inspiración a la que se refería Casanova, que va iluminando el rol, y el camino hacia la fuente, en la que se encuentra todo lo que el ser ha de menester.
Todo se encuentra dentro y no afuera. En el interior del Círculo y el Signo Más. La Divinidad y la Eterna polarización.
Los diamantes se encuentran en el propio patio, y no en el ajeno. Y la grama del jardín es tan verde como la del vecino, si somos capaces de percibirlo, aún dentro de “la más aparente humildad”.
No siempre el primer mundo es “primer mundo”; y el “tercer mundo”, tercer mundo, aunque mucha gente se lo crea. En la mente de Dios no existen esas diferenciaciones. Para Él, todos los seres son una emanación de su Ser, sin separarse de Él mismo y sin dejar de ser Él mismo.
En todos los seres existe la misma Esencia: LA DIVINIDAD.
Lo que varía es el grado de conciencia, nada más.
Y el que tiene la percepción más lúcida debe orientar al que le sigue en el camino como él mismo va en pos del que le precede.
Lo decía Hermes Trismegisto: -“El sabio rige en lo inferior y es regido en lo superior”. Pero, “ojo”: Sólo para servir, en la realización de la Gran Obra Universal. El que sabe, y puede más, sirve, o debe servir más.
Adelante.